EL CÓDIGO MORAL DE LOS INCAS
Sabemos
que la Ética es una rama de la filosofía que se ocupa de las normas de la
conducta humana y la Moral, es un conjunto de normas connaturales a la persona,
que rigen la conducta individual en una sociedad, para evitar el mal y hacer el
bien.
El
código moral de los Incas, estuvo formado por normas que eran una especie de
preceptos o mandatos que resultaban de la convivencia humana y ello implicaba reglas y ética y por
supuesto una moral social. No fueron solamente el saludo inca, como lo
reconocen la mayoría de los historiadores. Los incas no fueron pueblos bárbaros
ni rudos, sino Estados organizados muy diferentes a los de Europa. Se regían
por un espíritu de cooperación y ayuda mutua, el trabajo colectivo y el desprecio
por el dinero y la ganancia, eran las normas principales de la economía incásica.
El sistema socio ecónomo de los incas era
eminentemente estatista y estaba dividido en tres grupos muy definidos: Una
clase gobernante (el Inca, los Orejones y los sacerdotes) que se encargaba de
dirigir y gobernar la sociedad, planificando y distribuyendo equitativamente los bienes y servicios a su
pueblo. Una clase de militares que se encargaban de la protección y defensa de
la comunidad. Una clase productora (agricultores, artesanos, pastores, etc.),
constituido por la gente del pueblo que se encargaba de trabajar para
proporcionar los medios necesarios para sostenerla. La economía Inca era una economía
sin derroche ni desperdicio. Nadie tenía derecho a percibir frutos del esfuerzo
colectivo si no trabajaba. A los flojos y holgazanes lo castigaban
afrentosamente, es por eso que una de sus normas morales era: “Ama Quella” (No
seas holgazán).
El
estado proporcionaba a cada familia un topo y medio de terreno para que
cultivara y viviera cómodamente. Además, les proporcionaba semillas para la
siembra y lana para la confección de vestidos para el grupo familiar. Los
miembros de la comunidad se dedicaban a trabajar esos terrenos que eran
supervisados y controlados por la clase dirigencial y durante la cosecha no
tenían por qué mentir sobre los bienes producidos. La persona mentirosa era odiada
en la organización inca y ellos, le pusieron como código moral: Ama Llulla (No
seas mentiroso).
El
estado inca exigía a todos los miembros de la comunidad que devuelvan los
bienes concedidos, con trabajos comunitarios como la siembra de los terrenos de
los discapacitados, enfermos o ancianos abandonados, así como los terrenos de
la clase dirigente y los militares que por cumplir algunas labores especificas no tenían tiempo en
sembrarlos o labores que beneficiaran a la comunidad como arreglo de caminos,
puentes, canalización, etc. Todos los pobladores trabajaban con el sistema de
la Minca, el Ayni y la Mita en beneficio del estado. No tenía cabida el
individualismo ni el egoísmo personal. Los incas odiaban a los que se
apropiaban del bien ajeno durante estos trabajos, mediante el precepto de Ama
Súa (No seas ladrón) luego, trocaban el trabajo en fiesta y regocijo, porque
era en servicio a su clase dirigente y a sus protectores. El hambre, azote
común de la humanidad en aquella época, incluso en Europa, era un mal
desconocido en los dominios del Inca.
Los
códigos morales de los incas eran cumplidos estrictamente por todos los
miembros de una manera justa y su incumplimiento acarraba castigos severos a
los que no lo acataban a si fueran los
miembros de la clase dirigente o los militares. Ellos decían que la fruta
podrida corrompía a los demás y por eso aplicaban penas severas a los
infractores consuetudinarios. Hoy, nos admiramos y satanizamos estos preceptos
por considéralos inhumanos y en nuestra sociedad actual los ladrones, los
mentiroso y los ociosos tienen más derechos que los trabajadores honestos,
laboriosos y veraces que hace de nuestra sociedad, una sociedad injusta, que algunos
consideran más humana y muy superior al de los incas.
Es
cierto que la educación estaba dirigida primordialmente a los miembros de la
clase gobernante en los Yachayhuasi. Los Amautas eran los sabios que se
encargaban de formar a los futuros directores del gobierno y dentro de esta clase, estaban los Quipucamayoc
que controlaban la economía del estado que se almacenaban en las Collcas a
través de los Quipus y las yupanas.
En
el Incario todos contribuían al sostenimiento de las cargas públicas, mediante
servicios y trabajo personal, puesto que el dinero no desempeñaba ninguna
función. Los bienes se producían por la comunidad y para la comunidad. El
Estado, mediante sus organismos privativos, ejercía el necesario control para
evitar la escasez y mantener en alto grado la previsión social, realizando el
más amplio intervencionismo del Estado.
Los
incas no fueron barbaros ni rudos, no
fueron hombres sin ley ni norma moral. Ellos estaban organizados en Estados
solidos aunque distinto a los europeos y tenían una estructura social y
económica singular. La forma de gobierno de los incas no ha sido cabalmente
estudiada, ni por los invasores españoles, ni por sus propios hijos que dicen
amarla. La comunidad o ayllu incaico, no puede incluirse en ninguna de las
clasificaciones sociales planteadas por la ciencia europea. En el incario el
plan económico agrario impedía el surgimiento de una clase privilegiada
propietaria del suelo y el sometimiento al vasallaje de la masa de la población
campesina que es lo típico del
feudalismo euroasiático y africano, con lo cual, no podemos calificar a los
Incas de feudales, esclavistas ni fieros opresores del derecho ajeno.
Los
cronistas hispanos y los cronistas indianos han presentado a los Incas como una
cultura salvaje y brutal, sin ética ni moral, mientras que otros investigadores, los
consideramos una cultura única en su género en la Historia Universal.
Alejandro La Torre