OPINIONES
DE UN MARXISTA SOBRE LA CULTURA INCA
Un
paisano de Umbe, don Uldarico Reyes
Rondan, después de leer mi libro: “Atahualpa. Un vergonzoso sobrenombre del
último Inca del Perú”, me presta para la lectura un libro muy curioso titulado:
“Apuntes Marxistas sobre el Perú Incaico” de Gustavo Valcárcel. Un libro
desconcertante, ambiguo y maquiavélicamente letal para la historia de los incas.
En su prólogo el autor aclara: que se
consuela, el saber que ello no ha sido preparado para historiadores o eruditos,
sino para el pueblo en general y, de modo preferente, para la inquietud sin
reposo de nuestras grandes masas estudiantiles. Pág. 6.
Leer
un libro que abiertamente agravia la organización política, social y religiosa
de la cultura inca, y que no está dirigida a historiadores ni eruditos sino al
pueblo y a los estudiantes, parece una broma de muy buen gusto. Y para colmo de
males, en nuestro país, ha sido re editado por CONCYTEC, bajo el título de
“PERÚ. Mural de un Pueblo”.
Digo
que es desconcertante, porque en sus primeros capítulos elogia a la cultura
inca como no lo he leído en muchos libros de historia. Cita textos de
cronistas, historiadores y estudiosos extranjeros rebuscados magistralmente.
Habla del paisaje, de los primeros pobladores que migraron de Asia, del nombre
del Perú, su origen y destino, del maíz definidor, de la primera división de
clases sociales y del carácter progresista de las altas culturas peruanas.
Habla de los aportes de la cultura inca a la cultura mundial, cómo el haber
dado la papa y el maíz, plantas domesticas que cambiaron la alimentación
mundial. Habla de la ganadería, de los caminos, los tejidos, las cerámicas, los
aportes en medicina y cirugía, de las maravillas en orfebrería metálica. Habla de
las soberbias construcciones arquitectónicas, citando textos que ponderan la
ciencia admirable de los incas y la perfección
que no alcanzaron jamás los griegos, ni los romanos, ni los ingenieros de la
Edad Media con respecto a los incas.
Se
regodea hablando del Cusco, de Sacsayhuaman, de la administración inca, la
forma primaria de la organización social: el ayllu. Pondera el idioma por
excelencia que es el quechua. Hace un análisis sobre si tuvieron los antiguos
peruanos escritura o no y da citas de varios cronistas religiosos como José de
Acosta que en su libro Historia Natural y
Moral de las Indias, se maravilla de
los quipus y expresa: “por donde
puntualmente aprenden las palabras que quieren tomar de memoria... salen con su
cuenta hecha puntualísimamente sin errar un tilde, y mucho mejor se saben de
ellos poner en cuenta y razón de lo que cabe a cada uno de nosotros dárselo por
pluma y tinta averiguado. Si esto no es ingenio y si estos hombres son bestias,
júzguelo quien quisiere, que lo que juzgo de cierto es que en aquello que se aplican,
nos hacen grandes ventajas”. Pág.
96.
Después de hablar maravillas de los
incas, aparece el verdadero sentimiento marxista del autor, que como todo
revolucionario extremista dirá: “Ser
COMUNISTA es la asunción de una posición de clase firme cuya meta es
luchar por acabar con el sistema de explotación del hombre por el hombre (capitalismo) e instaurar
la sociedad justa y equilibrada (Comunismo Científico) donde, no exista ni
opresores ni oprimidos, ni ricos ni pobres; donde el fruto del trabajo social y
colectivo satisfagan las principales necesidades materiales y espirituales, y,
donde el soñar, crear y amar sea la gran realización del género humano”.
Seguirá argumentando:
“los
comunistas odiamos toda clase de opresión y explotación. Odiamos a los
opresores y explotadores.
Los comunistas somos marxistas, porque analizamos la sociedad y sus
contradicciones bajo las ideas de Marx, no por fanatismo religioso, sino porque
encontramos en ellas la posibilidad de entender cómo cambiarla, identificando a
nuestros aliados entre los desposeídos, privados de libertad y explotados, y
reconociendo a nuestros adversarios en quienes usufructúan del trabajo de otros
y destruyen el medio ambiente, por el afán de lucro que les permite el derecho
a la propiedad, los medios de producción y los recursos naturales.
No
luchamos para mejorar este sistema, sino para destruirlo y reemplazarlo por
otro al servicio de los oprimidos. Luchamos por destruir lo viejo e injusto y construir
lo nuevo y justo. El medio para
lograrlo es la lucha de clases del proletariado y la violencia revolucionaria. La lucha es, pues,
enconada y sin tregua. En todos los terrenos y en todas las formas. La
política comunista es ajena a toda forma de oportunismo o arribismo.
Con
estos postulados, para los Marxistas o comunistas, todos los sistemas de
gobierno serán explotadores y por ello, los izquierdistas o comunistas, crearan
conflictos en los lugares donde estén para destruir el capitalismo. A pesar de
que el autor es de ésta tendencia política, argumenta que no es oportunista,
aprovecha en sus páginas para calificar a los incas como una sociedad
esclavista y feudal. Afirma: “Como
premisa debemos dejar asentado que el gran terrateniente y ganadero del
Tahuantinsuyo era el Inca… y los caciques eran tiranos como él”. Pág.
122-124. Sigue comentando: “Durante su
etapa de mayor auge, en el Tahuantinsuyo se dieron fundamentalmente los modos
esclavistas de producción correspondiente al despotismo oriental, basado éste
en la explotación y desarrollo de la primitiva propiedad comunal”.
Bajo
esta premisa, comienza una satanización de la organización inca con más
diatribas que el invasor hispano. Califica a los incas de fieros guerreros, que
iban de pueblo en pueblo esclavizando a la gente para volverlos yanaconas, los
colmaban de tributos y los explotaban haciendo trabajar en los profundos
socavones de las minas. Afirma que los incas, eran unos sacrificadores de
humanos y que los pobres mitimaes, vivían en esclavitud perpetua como
colonizadores. Afirma que en la sociedad inca, la ley, únicamente defendía a
los poderosos. Cita a Federico Engels, para
sostener que los pueblos de América y
“los peruanos de la época de la conquista, hallabanse en estadio medio de la
barbarie”. Pág. 291.
Concluye
en sus páginas finales afirmando: “Ha
llegado la hora de sumar a los pueblos del incario la grandeza histórica que
habrá de ser restada de la patrística incaica. Porque, a fin de cuentas,
estamos ciertos de que el Tahuantinsuyo, sobre un montón de huesos y de sangre,
desempeño un papel progresista en el marco de su época histórica y de su
formación social especifica. Cuando vino un puñado de conquistadores,
pertenecientes a una formación superior –el feudalismo en plenitud- los Incas
todopoderosos resultaron ineptos para contener la ultrajante y diminuta
invasión extranjera. Hacemos, pues, un flaco servicio al pueblo peruano tanto
si a fardo cerrado denostamos al
incanato cuanto si lo adornamos con flores de artificio o superficial
maquillaje, que no resiste el menor tanteo indagatorio. Hay que hablar con verdad
y claridad: la clase de los Incas fue cruel y rapaz, inmisericorde con la explotación,
afortunada en la guerra, sagaz en la mecánica administrativa. La explotación de
la cohorte de los orejones llevó a las masas populares del Perú antiguo a linde
de la esclavitud. Desechar esta verdad cristalina es como negar la existencia
del Sol porque se ha producido un eclipse fugaz”. Pág. 299.
Finaliza sus diatribas alabando la aguda
inteligencia del pérfido mestizo, José de la Riva Agüero y Osma, quien con su
legua bífida, anota en su libro Afirmaciones
del Perú. Pág. 126, lo siguiente: “Las
innumerables analogías y otras muchas que podrían descubrirse patentizan que el
imperio de los Incas no fue la extraordinaria y excepcional maravilla que
imaginan y proclaman escritores distraídos y mal informados”.
¿Por
qué este autor escribe esta aseveración ambigua y mal intencionada? Porque el
Comunismo resulta sublime en la teoría, pero en la práctica, ha resultado un
rotundo fracaso en todos los países que lo aplicaron. El comunismo, no ha
solucionado los problemas de la humanidad, muy por el contrario los ha
agravado. En su impotencia, todos sus seguidores cual resentidos sociales,
despotrican de todo lo que no comulgue con sus ideales, aparentan buscar la
justicia, la verdad y el servicio desinteresado, ideal que nunca lo practican
un vez consolidado en el poder, si no, que hable Rusia de su experiencia.
A
pesar de que el autor refrenda su libro con una amplia bibliografía de
cronistas e historiadores antiguos, se ve que no ha revisado los trabajos de
autores modernos como Max Hule, John Rowe, Gary Hurton, John Hyslop,
William Burst, John Murra, Franklin Pease, Carlos Manuel Cox, Wendell Bennett,
Junius Bird, Peter Kaulicke, Krzysztof
Makowski, y otros extranjeros que han dado nuevas luces sobre la cultura Inca
desde un punto de vista arqueológico, etnológico y sociológico.
Excluye de su bibliografía a Gonzalo Fernández
de Oviedo, Francisco López de Gomara y Bartolomé de la Casas por considerarlo
plagiadores y sus autores preferidos son; Juan Polo de Ondegardo y Pedro
Sarmiento de Gamboa, enemigos declarados de los inca y personas de la más baja
calidad moral. Usa los textos de Garcilaso de la Vega y Huamán Poma de Ayala,
indios comodines que en vez de reivindicar su raza lo despotrican impunemente.
La
cultura inca no es como lo pinta el Sr. Gustavo Valcárcel. La cultura inca, es
una cultura que no ha podido ser estudiada hasta el día de hoy en forma
concienzuda y veraz. Nuestra cultura es única y singular en la Historia
Universal. Tuvo su propio idioma, su propia religión y un desarrollo cultural
que eliminó la pobreza, el hambre y la miseria en su gente, como no lo hizo
ninguna otra cultura en este mundo. ¿Cómo lo lograron? Con organización, con conocimiento, con
paciencia y mucho amor al prójimo. El
Inca y su cúpula eran eminentemente estatistas y paternalistas; el estatismo o
intervencionismo del gobierno se empeñaba en mantener un atento interés por el bienestar
de su gente. La demanda de bienes de consumo normal o extraordinario, venía a
ser cuidadosamente regulada por el Estado.
Preguntémonos:
¿Que necesita el ser humano para subsistir en este mundo? La respuesta es
obvia. Alimentación, vivienda y vestimenta.
Para cumplir con estas necesidades, el estado inca, proveía a cada
familia un tupu y medio de terreno
para que siembren y construyan su vivienda. Faltaría la semilla. El estado inca
le proveía de dichas semillas. ¿Qué tenía que devolver como interés o impuesto por
la semilla recibida? No se devolvía como tributo su cosecha Se devolvía en retribución: ¡su mano de obra!
El beneficiario devolvía su trabajo, junto con otros acreedores, sembrando los
terrenos del Sol y del Inca, cuya cosecha servía para mantener en todo el reino
a los sacerdotes, ministros y soldados. El
excedente se guardaba en las colcas o
depósitos, para un uso de extrema necesidad que se presentase en el imperio
como: sequia, desastres naturales, perdida por heladas, etc... Del mismo modo
daban lana de dos a dos años a todos los vasallos y a los curacas en general,
para que hiciesen de vestir para sí y para sus mujeres e hijos. ¿De dónde salía
esa lana? Del ganado del estado. En las tierras calientes daban algodón de las
rentas reales, para que los indios hiciesen de vestir para sí y para toda su
casa. Las transacciones que la vida
diaria imponía en el mundo incaico o las diferencias climáticas creadas por lo
accidentado del territorio, se
reajustaban por medio del trueque en las ferias o mercados llamado Catú. Los incas no sabían que cosa era la
necesidad extrema.
Con estas previsiones, los
incas no necesitaron la moneda. No supieron arrendar, ni comparar, ni vender.
Es más, todos los trabajos se hacían en comunidad o fraternidad, ayudándose unos a otros. Había
una previsión social donde los enfermos, discapacitados o ancianos que no
podían trabajar; la comunidad sembraba y cosechaban sus terrenos para que
puedan alimentarse. Las obras públicas como caminos, puentes, irrigaciones se
trabajaban todos por igual y por turnos. ¡El ocioso no se alimentaba sino
trabajaba! ¿Cómo definiríamos la economía de los incas? Si atendemos
principalmente a los elementos simples que lo integraban; producción y consumo
de bienes y escaso tráfico interno y externo, sería una economía de equilibrio,
con una planificación perfecta que no la tuvo ningún otro pueblo.
Sin
embargo, este tipo de personas (marxistas), hacen aparecer a los Incas como una
masa de indios ignorantes, sanguinarios, despóticos, fieros esclavistas e incapaces, sin historia y sin cultura.
Para
colmo de males, los arqueólogos occidentales y los arqueólogos peruanos, en su
estudio de los incas y los pre incas, inciden mayormente en las formas
domesticas de la vida, olvidando las formas de pensamiento que constituyen la
esencia y el origen de una cultura. Hacen aparecer a los incas como brutos agricultores,
esclavistas y guerreros sanguinarios. Pero
existen evidencias de estudiosos, que manifiestan que los incas no fueron
netamente militares. El vocablo quechua “aucca”
que significa “soldado”, también
quiere decir “enemigo”, la palabra “Cinche” significa fuerte, valiente,
recio y no el de general como lo afirman algunos historiadores despistados.
Aparentemente cultivar la tierra, era lo único que estimaban los incas como
trabajo y ellos llevaron a un extremo muy superlativo, el arte de la
agricultura antes que la guerra.
Preguntémonos:
¿Fueron los incas Comunistas o Socialistas? La respuesta es que no fueron ni lo
uno, ni lo otro. ¿Por qué? Porque el Comunismo y el Socialismo son formas de
gobierno que surgieron en el siglo XVIII y XIX con las ideas de Karl Marx y
Federico Engels, en respuesta a la Revolución Industrial que con todas sus
injusticias impulsaba el Capitalismo. En la época precolombina no existió esta
forma de gobierno. Por lo tanto: los incas, no fueron ni comunistas ni
Socialistas.
Es
cierto que Marx, en su libro El Capital, lo
sitúa como un comunismo primitivo y
Engels anota que los incas estaban en una etapa de barbarie. Estos prejuicios,
fueron bosquejados para encuadrarlos en las teorías de la evolución humana y uno
de los impulsores de este principio, fue el tratadista soviético Nicolás
Bujarin, quien sostiene en su conocida obra titulada Materialismo Histórico, que las
civilizaciones antiguas del Perú y México eran monarquías feudales o
semifeudales, tesis que se ha repetido y repetido por historiadores y
seguidores despistado tanto en América como en Europa.
Los
incas no fueron barbaros ni rudos. No
fueron hombres sin ley, ni norma moral. Ellos estaban organizados en Estados
solidos aunque distinto a los europeos y tenían una estructura social y
económica singular, muy superior al denominado comunismo primitivo. La forma de
gobierno de los incas no ha sido cabalmente estudiada, ni por los invasores, ni
por sus propios hijos que dicen amarla. La comunidad o ayllu incaico no puede
incluirse en ninguna de las clasificaciones sociales planteadas por la ciencia
europea. En el incario, el plan económico, impedía el surgimiento de una clase
privilegiada, que fuera propietaria del suelo. También impedía, el sometimiento
al vasallaje de la masa de la población campesina, que es lo típico del
feudalismo euroasiático y africano, con lo cual, no podemos calificar a los Incas
de feudales.
La
investigación de nuestro pasado y de las ideas de estos hombres que representan
una época de nuestra historia antigua, tiene la importancia de revalorar
nuestra cultura propia y apreciarla en su verdadera dimensión. No solo a los hombres
que forjaron nuestra etnia, sino al
medio geográfico en que se desarrolló. Este libro de Valcárcel y todo
tipo de investigación superficial sobre los incas, ya sea en su versión
marxistas-leninistas o judeo- cristiana, lo que buscan es la alabanza del invasor
hispano. Ellos nos trataban de idólatras y paganos ¡solo porque no tuvimos su
religión! Nos tratan de ignorantes y salvajes ¡solo porque no tuvimos su
escritura! Los españoles usaron estos adjetivos y estas mentiras solo para
justificar su invasión. Los autores hispanistas a pesar de ser peruanos, buscan
que nos hinquemos de rodillas ante los ibéricos para alabar la fe, la salvación
y la civilización que dicen que nos trajeron. España solamente trajo
sufrimiento a nuestro pueblo. España solo trajo, la peor escoria de su cultura y
lo más negativo de su civilización, que corrompió nuestra sociedad. España tuvo
además, el descaro de usufructuar nuestro territorio por más de trecientos
cincuenta años y todo quedo en la impunidad.
¿Por
qué escribo este artículo? ¿Por qué le tengo odio o repulsión a los Marxistas y
Socialistas? ¡No! Me causa indignación que un peruano con cualquier tinte
político; difame, injurie, ultraje a la cultura inca sin un fundamento sólido
de investigación. En la época actual, todos defienden los derechos de
delincuentes, políticos y asesinos, pero a nuestros ancestros los incas: ¿Quién
lo defiende? ¡Nadie! Los incas pasan atreves de nuestra historia:
desacreditada, difamada, pisoteada y calumniada por su verdugo el invasor y por
sus propios hijos. Esa actitud es injusta y no puedo quedarme callado. Cuando
no defendemos los derechos de nuestros ancestros los Incas, perdemos identidad y
dignidad. La identidad y la dignidad no se negocian, no se venden y
tampoco se compran.
Sin
historia no hay patria. Sin patria no hay identidad, ni dignidad. Sin identidad
y sin dignidad, somos unos parias,
resentidos sociales que envidiamos y nos apoderamos de la cultura ajena. Solo
la reivindicación, el reconocimiento y la defensa de nuestra historia pasada,
harán posible que tengamos una Identidad Cultural Nacional propia. Debemos de
desechar este tipo de libros y otros de alabanza hispanista que despotrican de nuestra
cultura. Solo un sentimiento indigenista, hará posible que construyamos una
Patria más justa y agradecida con nuestros Incas, quienes nos legaron este
inmenso territorio que hoy llamamos PERÚ
y somos herederos de una maravillosa cultura llamada Los INCAS, del cual ¡yo!
sí me siento extremadamente orgulloso.
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